domingo, 31 de mayo de 2009

El hombre cactus era mexicano

y como buen macho le encantaba el tequila y las mujeres. su gran pasión era bailar corridos bien agarradito a su cintura. era un hombre guapo, apuesto, bien aguerrido, pero todas las campesinas de jalisco, una tras otra, le rechazaban.
él no podía entenderlo, heredero de buen familia, no le faltaba de nada, amigos suyos peor posicionados conseguían el cariño femenino que él tanto ansiaba.
un día conocío a rosita, de la que se enamoró perdidamente. él la rondaba sin cesar, día y noche, le hacía regalos, le mandaba mariachis a su casa, pero nada hacía que ella se expresara.
finalmente, desesperado, la abordó un día que iba sola por la calle, algo verdaderamente inusual, y le preguntó si realmente no sentía nada hacia él. rosita, ante su insistencia, con lágrimas en los ojos le confesó lo que todos ya sabíamos, que él era un hombre merecedor de todos los afectos, y que ella estaba enamoradísima de él, pero que nunca le iba aceptar, porque él, al igual que la ceiba, el árbol mágico, estaba recubierto de espinas.
el hombre cactus al fin comprendió la verdad, y se tuvo que resignar a bailar siempre solo y suspirar por las mujeres que nunca podría tener.
esta historia ha llegado hasta nuestros días y ha sido inmortalizada por julio gonzález, el escultor amigo de picasso, cuya exposición termina mañana en el reina sofía, el museo que está al lado de mi casa.


2 comentarios:

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  2. Cuenta la leyenda, y también Julio González lo plasma, que el hombre cactus no está sólo, y que siempre le acompaña la mujer cactus. En todas las exposiciones les veréis en la misma sala, pero ¡ay! siempre a 1 ó 2 metros de distancia, condenados a viajar siempre juntos pero a no tocarse jamás, museo tras museo a través de todo el planeta.

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